La pasión por las motos convertida en una forma de vida

La pasión por las motos convertida en una forma de vida

La pasión por las motos convertida en una forma de vida
Por: Andrea Bernardi


IG: andreabernardiok

Me reúno de manera virtual con tres mujeres comunes, como cualquier otra que trabaja; que se encuentra con amigos; que tiene su familia: hijos, nietos e incluso –una de ellas- un bisnieto.

Sin embargo, tienen algo que las hace diferentes. A medida que se desarrolla la conversación, impacta la actitud de cada una de ellas: decidida, segura. Tienen mucho coraje. Son mujeres que han sabido aprehender todo lo que ofrece la vida como enseñanza: lo feliz y lo amargo.

 

Sin embargo, en un momento determinado, eligieron su propia manera de vivir. Ninguna de ellas podía -ni quería- estar alejada de la compañía que le ofrecía las mayores satisfacciones: su moto.

Son Chela (50 años), Mónica (64) y Miriam (61): tres Damas Motociclistas. Si bien todas son de la zona Sur del Gran Buenos Aires, no se conocen. Aunque, seguramente, se han cruzado en alguna ruta, travesía mediante.

 

Pretendo romper el hielo, haciendo referencia –gran error de mi parte- al “estilo de vida motoquero” que tienen. Obtengo como respuesta, al unísono, como si se hubieran puesto de acuerdo, un rotundo “Nooooooo”. En seguida, cada una de ellas, me aclara la gran diferencia: ellas son “motociclistas”, “moteras” o “motoviajeras”. Motoquero es quien trabaja con la moto haciendo delivery o trasladando cosas, paquetes, envíos. También quien brinda servicios de moto taxi.

 

Miriam agrega, con seguridad, “nosotras somos motociclistas, viajamos por placer”. Al mismo tiempo, Mónica no duda en afirmar “sí, soy Motociclista; en realidad soy más Motoviajera… Soy más de viajar que de ir a eventos”. Y sí, lo destacó con mayúsculas.

 

Luego de corregir mi error, y de percibir la relación que cada una de ellas tiene con sus motos, siento curiosidad por saber cómo es un día en la vida de estas mujeres.

 

- ¿Cómo es tu actividad diaria?

Chela: - Mi actividad diaria es mi trabajo con niños especiales, con todo tipo de discapacidad; mi casa, mis amigos y mis motos.

Mónica: - Tengo varias, menos cocinar. Sueldo, pongo cerámicas, hago herrería, salgo a dar una vuelta o viajo.

 

- ¿En qué momento de tu vida se despertó tu gusto, amor, pasión por las motos? ¿Cómo se puede definir?

Mónica: - Mi amor por las motos lo tuve siempre, pero recién a los 48 años tuve mi primera moto. Mi vecino tenía una moto y cuando escuchaba que la prendía, yo salía corriendo para ver cómo (él) salía a rodar…y pensaba “yo voy a hacer lo mismo”.

Chela: - No se despertó, nunca fue un gusto. Me crié entre las motos. Soy hija de un motociclista; nunca tuve bicicletas normales. Mis bicis eran con cuadros de motos.

 

- ¿Qué moto tenés ahora?

Chela: - Tengo dos motos. Una Dominar 250 cc y una Gilera 125 cc. Hoy tengo estilo pista. Prefiero las motos antiguas inglesas, italianas y alemanas.

Miriam: - Sigo en ruta, pero en auto.

Mónica: - Tengo una Honda Magna 700, y actualmente  viajo con una Yamaha FZ250.

 

-¿Cuál fue tu primera moto?

Miriam: - Mi primera moto fue una Honda Shadow. Y cuando comencé en el mundo de las motos, en el ambiente motero, tenía que elegirme un nombre: “Renegada”.

Mónica: - Mi primera moto fue una Motomel 200 Custom. Cómo la obtuve es historia aparte (risas). Y aprender de cero a manejarla fue doloroso. Al año me compré la Magna 700.

 

-¿Por qué doloroso?

Mónica: - Porque no sabía manejar. Iba a 30 (km/h). Vomitaba cada vez que agarraba un poquito de velocidad, y tenía que parar. ¡No paraba de vomitar porque me descomponía de los nervios! Pero eran tantas las ganas que tenía que no me importaban los moretones tampoco. Yo trabajo en oficina y pasé de usar pollera, a pantalones (risas). Cuando agarré la moto y aprendí a manejar, empecé a viajar. Una vez que una toma decisiones, pasan muchas cosas.

 

Con respecto al hecho de participar en agrupaciones de motociclistas o de eventos solidarios, las opiniones toman diferentes caminos.

Chela: - No me gustan las agrupaciones de motos. Antes no existían esas cosas. Éramos todos amigos. Ahora se llaman “hermanos”. Para mí, mis hermanas son las hijas de mi madre (risas).

Mónica: - A veces viajo en grupo cuando hago un solidario. “Nobleza obliga”. Es lindo porque son muy compañeros. Participo en el Movimiento Solidario sobre Ruedas.

Miriam es rotunda: - Antes sí (participaba  en eventos solidarios), ya no. Porque son más por negocio que por solidaridad. Hace poco hice uno por dos nenes con problemas de autismo. Y se logró lo que se buscaba.

- Cuando hablás de negocio, ¿te referís a cuestiones de marketing de las empresas?

Miriam: - No, de las personas. Hay personas poco serias, y se aprovechan.

- O sea, ¿participás de eventos con un fin especíifico?

- Así es.

 

Vuelvo a escuchar las grabaciones ya leer las notas que tomé. Es destacable el entusiasmo que transmiten estas tres mujeres en cada respuesta. Siento que estoy en deuda: no creo que pueda poner en palabras lo que ellas expresan al relatar los preparativos de cada viaje, las tardes dedicadas a la atención de sus vehículos, cada kilómetro de pavimento o de ripio hacia el destino establecido. Miriam toma la posta: “Todo pasa, pero lo que viví es fabuloso. La ruta, sola, es algo inexplicable”. Las tres me despiertan un interés que no puedo ocultar, quiero que cada una de ellas me comparta sus experiencias en travesía. Sin duda, Miriam me percibe y en seguida me hace notar: “soy igual que vos, solo que anduve en el ambiente motero”.

 

- Para vos, la ruta tiene una magia especial, ¿qué sentís?

Miriam: - “He llorado de emoción dentro del casco. He gritado de alegría. He hablado, cantado sola…Y también me he reñido como locaaa…El casco es como estar en un auto. Ese pequeño lugar que me resguardaba de los bichos, también me escondía de las emociones.”

 

¿Cómo viven la experiencia de viajar con sus motos?

Miriam: - Viajar no tiene explicación, se siente. Hay que salir y hacerlo. Es algo maravilloso.

Mónica: - Yo soy de las que viaja y quiere boludear. Me gusta conocer gente, ir a lugares, quedarme. Si un día no quiero manejar, si quiero conocer un lugar, me quedo. Ahora, de vieja, tengo carácter (risas). Antes no lo tenía.

 

-Se puede decir que tu relación con las motos es un estilo, una elección de vida…

Mónica: - Y sí, es una elección de vida. A mis hijas les costó un poco. Ahora me compran todos los accesorios para mi moto para cada cumpleaños, para cada día de la Madre.

 

- ¿Y cómo lo vive tu familia? Sos una abuela atípica.

Mónica: - A mis nietos les encanta. No los llevo nunca en moto porque todavía son chicos. A veces viajo con una de mis nietas que tiene 18 años. Empecé a viajar con ella el año pasado. Hicimos un viaje de acá a Mendoza y de ahí a La Quiaca por la ruta 40. Pero igual, me gusta más viajar sola: sin compañía, sin acompañante y sin grupo.

 

- ¿Cómo fue la experiencia de aprender a manejar?

Chela: - Mi experiencia fue a los 10 años. Mi papá me regaló una Fanti Junior. Lógico, no tenía cambios. A los pocos meses me subió a su Gilera y me dijo “solo te explico una vez, si no aprendés es porque no tenés que andar en moto” (risas). Fue muy cruel. Yo creo que fue a propósito para que no se la use, pero no tuvo suerte el viejo (risas).

Miriam: - Yo manejaba ciclomotor (moto de baja cilindrada y sin cambios). Después me compré mi moto grande. (Tuvo motos de 125, 150 y 200 cc). Y solo tenía que aprender a manejarla, y lo hice.

 

- ¿Con quién aprendiste a manejar motos?

Mónica: - Los primeros dos o tres días, me quiso enseñar el papá de mis hijos, pero como me gritaba mucho, le dije “no vengas más; yo voy a aprender sola”, y así fue. Me costó mucho, pero aprendí. Igual, siempre queda algo por aprender.

Miriam: - Aprendí sola. Fui a Quilmes y practicaba ahí. Fui un solo día, ¡y me largué!

Chela: -A manejar, y de motos, (aprendí) de mi papá. De mecánica, con mis amigos, porque no me gusta dejar mi moto en un taller y venir a mi casa, así que cada vez que se rompían, las arreglaba yo.

Mónica: - Yo primero aprendí con la moto y después, a ser “autito chocador” con la camioneta (risas).

 

- Mónica, ¿vos le enseñaste a manejar a tu nieta? No es común…

Mónica: - Le enseñó mi pareja. Yo solo le enseñé algunas cosas. No tengo paciencia. Le falta todavía. Fuimos a San Juan en época de lluvias, vio un badén con barro, se asustó y frenó, y salimos volando las dos. Desde ahí no quiso manejar más. Yo le insisto para que siga manejando porque yo ya estoy viejita y ella es grandota… por lo menos para que me ayude un poco y yo vaya tonteando (risas).

 

- ¿Rompiste un esquema impuesto? ¿O fue una especie de desafío personal?

Mónica: - Sí, rompí un esquema y me di cuenta en La Rioja, viajando con una amiga. Nos hicieron una nota en una radio y, claro, todos nos sacaban fotos. Caímos en la conclusión: somos dos personas mayores, cada una en su moto… En el interior se supone que deberíamos estar cocinando, cuidando nietos y haciendo demás quehaceres de unas viejitas… (risas). No es un desafío, sino cumplir mis sueños.

Chela: - No rompí un esquema ni fue un desafío personal. ¡¡¡Fue mi vida!!!

 

- ¿Sentís que la moto te quitó (digamos así) algo de tu parte femenina?

Mónica: - Yo le digo a mi nieta, porque a ella le gusta. Vos podés ser motociclista, y no perder tu condición de mujer, siempre cuidando todos los detalles. ¡Y podés disfrutar igual! ¡Y sí, ser totalmente femenina!

Miriam: - Nooo. Es hermoso ser motera (me muestra fotos). Etapas diferentes de mi vida de motociclista… ahí te das cuenta de que no se pierde lo femenino. (Me comparte fotos de premios recibidos.) He ganado muchas menciones por llegar primero, que guardo. ¡He sido muy feliz!

Chela: - ¡Nooo! Para nada. ¡Las motos no tienen género!

Mónica tiene más para agregar: - Los primeros tiempos de motociclista, iba al trabajo de trajecito, de taquito aguja, en La Plata. Me quedaban los tacos en los empedrados, entonces empecé a viajar en borcegos o zapatillas. Y fue todo un cambio porque llegaba toda vestida de cuero y de negro, y me iba al baño para cambiarme. Trabajo en una oficina, en atención al público. Era todo un tema. Iba con mi mochila, llevaba toda mi ropa, me cambiaba y salía “bien pituca”. Llegaba con los pelos parados y me tenía que llevar una planchita. Tengo 60 km de ida y de vuelta. Imaginate, cuando llegaba ahí, tenía que tener la cremita para sacarme toda la tierra y el hollín de la cara, arreglarme y entrar a la oficina (risas).

 

- ¿Qué te motiva a seguir con la aventura de rutear con tus motos?

Chela: - No hay motivación. Esa es mi vida. La que elegiría una y mil veces.

Mónica: - Todo me motiva. Primero porque todavía estoy en condiciones de hacerlo. Es lo fundamental. Hasta el último momento quiero seguir andando en moto.

 

- Por lo que contaste, Mónica, tu moto te dio seguridad.

Mónica: - Sí, es así. Formó mi carácter y me fortaleció mentalmente. La moto me cambió la  cabeza. Me salvó la vida, no una, sino muchas veces. Cuando yo me sentía desolada, atrapada, lo que me hacía tener ganas de seguir, era la moto. Aparte de mis hijas y todo eso… no tiene nada que ver.

 

La entrevista continúa. Ha devenido prácticamente en una conversación personal. Siento que ha tomado un tinte diferente, como de quien escucha con atención el mensaje que durante tiempo esperó y, ahora, el compromiso es “hacerlo rodar” y difundirlo. Por  el momento, un descanso hasta la próxima etapa de este encuentro entre moteras.

Publicado el: 2023-09-12