El domingo 2 de abril de 1916 marcó un antes y un después en la historia de la democracia argentina, ese día fue el debut en elecciones presidenciales de la Ley Sáenz Peña, la 8.871 aprobada 4 años antes y que instauró en nuestro país el sufragio universal, obligatorio y secreto para todos los argentinos varones mayores de 18 años. Esa jornada consagró la victoria de la fórmula Hipólito Yrigoyen y Pelagio Luna de la Unión Cívica Radical (UCR). Sufragaron 747.471 personas sobre un total de 1.189.254 habilitados y no solo fue un hito en la Argentina, también a nivel mundial ya que los países que contaban con el sistema de voto popular no llegaban ni a diez.
Hasta ese día, en las elecciones presidenciales se votaba con la Ley 623 sancionada en 1873 bajo la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento y siempre habían sido ganadas mediante fraudes masivos por el Partido Autonomista Nacional (PAN) de ideología conservadora. El principal movimiento opositor era la Unión Cívica Radical que venía intentando de todo para parar el atropello, desde revoluciones armadas, hasta boicots en las elecciones.
Antes de las presidenciales de 1916, la Ley Sáenz Peña había tenido su debut en las legislativas de 1912 y 1914. En las primeras no hubo muchos cambios por el miedo imperante que aún había en los votantes, pero en las segundas la UCR triunfó ampliamente a nivel nacional. Por ese motivo los radicales eran los favoritos para las elecciones que iban a elegir al futuro presidente. Pero además los partidarios de Hipólito Yrigoyen contaban con otra ventaja adicional, el Partido Autonomista Nacional se había desmembrado y transformado en una liga de partidos provinciales, de los cuales sin dudas el más importante y poderoso era el Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires liderado por el gobernador Marcelino Ugarte.
El principal bastión conservador bonaerense era el municipio de Avellaneda, cuya extensión territorial era mucho mayor que a la que hoy conocemos ya que incluía el actual partido de Lanús y una pequeña porción de Lomas de Zamora. Desde 1909 el distrito estaba gobernado por Alberto Barceló, quien había heredado el poder de los también intendentes de la ciudad, sus hermanos Domingo y Emilio; y cuya familia controlaba todos los resortes del poder local.
En los años que llevaba al frente de la intendencia, Barceló había dejado en claro que iba a ser el más destacado de su familia y que pasaría a la posteridad como el tipo que iba a dominar Avellaneda con puño de hierro durante casi 40 años. Sus enemigos y detractores también lograron que su nombre sea sinónimo de despotismo, corrupción y fraude. Pero como veremos más adelante esta última caracterización es muy discutible ya que Don Alberto, como era denominado en sus pagos, era ampliamente popular en el distrito. Que la mayoría de la bibliografía existente sea de autores ligados al radicalismo y al socialismo contribuyó a la demonización de su figura.
Alberto Barceló
Al momento de las elecciones presidenciales de 1916, Barceló llevaba 7 años al frente de la intendencia y su gestión lo había catapultado como una de las principales figuras del Partido Conservador bonaerense. En esos años llevaba consumadas grandes obras públicas como el empedrado de las principales avenidas, la construcción del Hospital Fiorito y el monumento a Nicolás Avellaneda cuya autora era la reconocida artista Lola Mora. Pero además había logrado que una innumerable cantidad de empresas se radicaran en la zona creando miles de puestos de trabajo. Sus opositores denunciaban que la radicación masiva de industrias era por los beneficios impositivos que daba el municipio a cambio de jugosas coimas para el intendente.
Pero su gestión también se haría famosa por haber legalizado los prostíbulos y que la ciudad contara con su propia zona roja. Los comités partidarios conservadores que permanecían abiertos todo el año, más que locales políticos o lugares de reunión eran garitos del juego clandestino. El diario El Pueblo al hablar del auge de la delincuencia en la ciudad fomentado por el poder de los Barceló, decía en 1911 que las "hordas de Atila o Alarico habían entrado en Avellaneda".
El nombre del caudillo avellanedense era incluso motivo de debates parlamentarios, en diciembre de 1915, el diputado socialista Enrique Dickmann sostuvo en pleno Congreso: "En Avellaneda domina una dinastía inconmovible que tiene sobre el pueblo un poder de sugestión... inexplicable, porque los señores Barceló jamás han hablado, jamás han dicho una palabra, parece que son mudos...; pero la mayoría del pueblo de Avellaneda está con ellos, caso único en la democracia del mundo".
Al momento de las elecciones presidenciales de 1916 ya cobraba fama en la ciudad, Juan Nicolás Ruggiero, oriundo de la Isla Maciel, quien ya mudado con su familia al barrio de Entre Vías, era quien de a poco comenzaba a estar al frente de todos los negocios ilegales del intendente.
Ruggierito había arrancado su militancia política a los 14 años pegando carteles para los conservadores de don Alberto. El muchacho se terminó de ganar el respeto dentro del ambiente de guapos y pesados cuando sostuvo un tiroteo con bandas rivales en la vereda de un prostíbulo regenteado por el hermano del caudillo, Enrique Barceló, a quien apodaban el manco. Esa noche Juan enfrentó el solo a los tres atacantes, hirió a dos y los puso a la fuga. Luego de ese hecho, se ganó definitivamente la confianza familiar y su ascenso no encontraría techo
Racing y los conservadores.
Al momento que Hipólito Yrigoyen ganara sus primeras elecciones presidenciales el fútbol ya era por lejos el deporte más popular del país y sin dudas Racing Club uno de los equipos más importantes y populares. El equipo fundado en Avellaneda en 1903 por un entusiasta grupo de jóvenes amigos todos oriundos de la zona, cuando el barrio aún se llamaba Barracas al Sur, en solo 13 años de existencia ya ostentaba el título de tricampeón argentino tras consagrarse campeón de las ligas nacionales de 1913, 1914 y 1915.
Para fines de 1916, el club ganaría su cuarto torneo consecutivo y en la faz institucional el balance del año dejaría un saldo positivo en el crecimiento institucional, el número de socios activos ascendía a 1002, todo un record y logro para la época. Además se compraron los terrenos para la futura sede social y se construyeron dos canchas de tenis y una de pelota paleta. Como dato de color, entre los donantes de dinero para construir esta última, figura Carlos Gardel con 5 pesos de la época. El hecho no es casual, ya que el zorzal criollo estaba íntimamente ligado a la ciudad y al club.
En poco más de una década de existencia, la popularidad de Racing traspasaba las fronteras de Avellaneda, pero a nivel local se había transformado en el club de la elite gobernante. Entre sus hinchas se encontraba el intendente Alberto Barceló quien además era cuñado de Leandro Boloque, uno de los fundadores del club y hermano de su esposa Mariana, así como sus principales funcionarios, jueces distritales y toda la dirigencia del Partido Conservador del distrito. Pero estos últimos no solo eran simpatizantes, la mayoría de ellos eran dirigentes e incluso el presidente racinguista de entonces, Luis Carbone, era procurador del municipio.
Aparte de los funcionarios y jueces distritales, el conjunto albiceleste era también el predilecto de la gente de mayor poder adquisitivo, los comerciantes, los empresarios, los profesionales, los gauchos tradicionalistas y de la colectividad vasca, muy numerosa en la zona. Otro sector del que gozaba el fervor racinguista en Avellaneda, era el de los guapos y malevos que controlaban el juego y la prostitución local para el caudillo Don Alberto y el Partido Conservador, que en ese entonces ya estaban bajo el mando de Ruggierito.
Pero Racing no estaba solo en el barrio en ese 1916, una década atrás había llegado tras peregrinar por Flores, Paternal y Barrio Norte, el Independiente Football Club. El conjunto fundado por un grupo de empleados de la tienda "A la ciudad de Londres" del barrio de Monserrat y liderados por el zapatero de la misma, Rosendo Degiorgi, en poco tiempo se había vuelto sumamente popular en la zona y su fama también comenzaba a traspasar las fronteras del riachuelo.
La composición social de los simpatizantes del rojo era muy distinta a la de los de Racing, su principal núcleo de hinchas en Avellaneda estaba compuesto por los numerosos obreros, peones y changarines de una ciudad que no paraba de crecer a medida que se radicaban fábricas y empresas bajo la gestión del caudillo Barceló. A nivel político, el hecho que los racinguistas estuvieran tan identificados con los conservadores, hizo que por la misma antinomia, la militancia radical y socialista de la zona, simpatizara mayoritariamente por los rojos.
Para esa misma época, según los historiadores es cuando nace definitivamente el clásico de Avellaneda. El periodista Edgardo Martolio, autor del libro Racing Hepta, obra que documenta los siete títulos consecutivos que la Academia ganó entre 1913 y 1919, sostiene que la rivalidad fuerte con los rojos se construye entre 1915 y 1917.
La campaña presidencial de 1916 en Avellaneda
Si algo tenía el Partido Conservador en Avellaneda, era una maquinaria electoral muy aceitada para las campañas y la presidencial de 1916 no iban a ser la excepción. Con la nueva ley electoral el fraude ya no era posible y los radicales estaban convencidos que iban a aplastar en las urnas a los conservadores. Los acólitos de Hipólito Yrigoyen querían demostrarles que sin trampa y clientelismo no podían ganarles.
Para las elecciones nacionales de 1916, los conducidos por Barceló reforzaron las prácticas realizadas en las campañas anteriores. Además de las grandes reuniones partidarias, también se multiplicaron los actos y conferencias. El objetivo, según el diario La Verdad, era realizarlas “en todos los subcomités y en cuanto centro urbano de alguna importancia a fin de que no quede rincón donde la palabra sencilla, clara y franca del Partido Conservador deje de escucharse". En estas reuniones, además de los oradores del partido, era común que se presentaran diferentes números artísticos, especialmente de tango.
En sus órganos partidarios, los radicales hablaban en forma despectiva de los actos de sus oponentes y solían contrastar las actividades de la UCR con la “voluptuosa y lasciva danza ‘tanguera’ de los conservadores”. Por su parte, los socialistas eran más agresivos y directamente acusaban a los partidarios del caudillo Barceló de contar con la presencia de "rameras" en sus comités.
Otras de las acusaciones que recibían los conservadores, era la de populistas y demagogos, ya que tanto los yrigoyenistas como los socialistas denunciaban que en los locales del oficialismo no se hacía política sino que predominaba el juego de taba y cartas, alcohol gratis, asado, compra de votos, sumado a los espectáculos tangueros con figuras populares
Para el historiador Pablo Fernández Irusta, estas alusiones al ambiente de tango no eran desatinadas, ya que efectivamente se trataba del tipo de expresión artística prevaleciente en los subcomités conservadores. De hecho, uno de los aportes artísticos principales a la campaña de los conservadores en Avellaneda provino del dúo Carlos Gardel y Juan Razzano, por entonces en los inicios de una ascendente carrera.
En el mes previo a las elecciones se constatan al menos diez presentaciones del dúo en distintos subcomités del distrito, aunque es probable que hayan sido más numerosas, puesto que no todas las actividades se veían plasmadas en la prensa, mientras que el dúo llegaba a participar varios días seguidos en este tipo de encuentros proselitistas.
La ligazón de Gardel con la ciudad no era casualidad, tanto Pedro Cernadas como Amaro Giura, ambos políticos conservadores, eran amigos del zorzal y se lo habían presentado a Don Alberto. Uno de los principales favores que recibió el cantante gracias a la amistad con el caudillo fue la cédula de identidad de la Provincia de Buenos Aires, donde se documentaba falsamente que había nacido en Avellaneda.
En uno de los tantos actos conservadores donde se presentó a cantar, Gardel conoció a Ruggierito, también por intermedio de Amaro Giura, quien en ese entonces era funcionario municipal y directivo de Racing. El zorzal tenía 5 años más que Juan, pero a los dos les gustaba la noche y solían recorrer juntos las milongas y los prostíbulos avellanedenses donde este último ya pisaba fuerte e iba a convertirse en el amo y señor de los mismos.
Meses antes de las elecciones presidenciales Gardel sufrió un intento de asesinato a la salida del Palais de Glace tras festejar su cumpleaños 25. La orden para matarlo provino de Juan Garesio, el propietario del famoso Chantecler. El zorzal era amante de su mujer Giovanna Ritana y decidió vengarse. Pero el sicario que fue a cometer el crimen no pudo darle muerte, el tiro entró por la espalda y lo derrumbó.
El médico de guardia del Hospital Fernández comprobó que tenía una bala alojada en el interior del cuerpo. Poco después lo llevaron al quirófano, donde el cirujano constató que el plomo estaba en el pulmón izquierdo, pero que extraerlo era más peligroso que dejarlo allí.
Gardel sabía que Garesio no se iba dar por satisfecho y que iba a volver a mandar otro sicario, por eso no dudó en pedirle a Ruggierito que intercediera por él. Este fue esa misma noche al Chantecler a hablar con su dueño, de quien era amigo. Pidió por la vida del cantante como un favor personal hacia su persona, Garesio no podía negarse y aceptó disgustado. Pero aún le quedaba hablar con Roberto Guevara, el culata y sicario que había disparado contra el zorzal. Ante este, el guapo de Avellaneda se manejó distinto, no pidió nada, simplemente le advirtió que si se metían con Gardel habría guerra. Tras este episodio el cantante quedaría sumamente agradecido con su amigo y jamás se negaría a nada que tuviera que ver con Ruggiero y Don Alberto.
Las elecciones y la denuncia contra los presidentes de Racing.
Finalmente el gran día había llegado, por primera vez se iba a elegir un presidente argentino en comicios donde los electores sufragaran de forma secreta y obligatoria. El triunfo radical se respiraba en el ambiente de todo el país y los resultados finales así lo reflejaron. Pero el contundente triunfo a nivel nacional, no tuvo su correlato en la Provincia de Buenos Aires y sobretodo en Avellaneda.
A pesar que los radicales habían vaticinado el comienzo del fin de la dinastía Barceló en Avellaneda y que las elecciones fueron nacionales, las municipales se hacían por separado, los conservadores arrasaron en el distrito que era su bastión. En total habían sufragado 6699 personas y la fórmula conservadora obtuvo un contundente 57,66% que significaban 3863 votos. El segundo lugar fue para la UCR con 1.865 (27,84%) y el tercero para el Partido Socialista con 971 (14.50%).
Si bien después de tantos años de lucha los radicales lograban llevar a la presidencia a su líder, los correligionarios de Avellaneda no estaban conformes con los resultados obtenidos en el distrito y decidieron presentar una denuncia en un juzgado de La Plata por violaciones a la ley electoral.
Un siglo antes que Cambiemos patentara como marca propia los timbreos a los vecinos por parte de sus dirigentes, los conservadores de Avellaneda utilizaban está misma forma de hacer campaña. Según documenta el historiador Pablo Fernández Irusta, para las elecciones de 1916 el oficialismo local dividió el padrón electoral entre un conjunto de dirigentes para que cada uno visitara a los empadronados en su casa, “tanto a los afiliados al partido, como aquellos que no lo son”, a fin de convocarlos a votar por el conservadurismo.
Esta forma de campaña casa por casa era denunciada por La Libertad, uno de los diarios radicales de la época. "Visitando de puerta en puerta al electorado y solicitando con buenas o malas manera su voto en nombre del caudillo, haciéndoles ver las consecuencias a que se expone si no responde a su pedido, insinuándoles días mejores a base de injusticias y hasta convencerlo de que el secreto del voto es un mito para ellos que todo lo saben".
La denuncia presentada por la UCR contra Alberto Barceló y sus funcionarios incluía al procurador municipal Luis Carbone, quien en ese momento era presidente de Racing. El mandatario racinguista cumplía su segundo mandato al frente de la institución y es uno de los dirigentes más destacados de la historia del club ya que ostentó el cargo en seis oportunidades logrando numerosos títulos.
Entre los denunciados también habría más presidentes de la Academia. El jefe de la mesa de entradas de la intendencia de Avellaneda, Leopoldo Siri había sido el anterior titular del club y Manuel Valdez sería el sucesor de Carbone al concluir este su segundo mandato. Pedro Groppo fue otro de los acusados por el radicalismo, este médico sería electo en 1922 y 1925, año que Racing obtuvo su novena liga.
Pero el listado no solo incluía presidentes académicos, también a uno de sus míticos fundadores, Antonio Capurro, que en ese momento se desempeñaba como empleado de la oficina de rentas. Tal era el vínculo entre el club y los conservadores avellanedenses, que la mitad de los denunciados eran dirigentes académicos como Amaro Giura, íntimo amigo de Gardel, que como se mencionó antes fue quien le presentó a Barceló y a Ruggierito y en ese entonces era cobrador municipal, aunque años mas tarde sería director del Teatro Roma. La nómina de racinguistas la completaban uno de los escribanos del club, Nicanor Salas Cháves, mano derecha del caudillo, además de Héctor Dossi, inspector general de la municipalidad, Marcos Garbellini Vidal, procurador municipal, Bernardino Prieto y Cristóbal De Vicenzi, jefes de registro civil de la sección y J. E. Iturburu cobrador municipal.
Meses después el Juez Federal Zavalía dictaba sentencia absolviendo a todos los acusados dejando constancia que de ninguna manera el electorado de Avellaneda había sido presionado con malas artes para votar al Partido Conservador.
Sobre este tema también investigó Pablo Fernández Irusta, quien en su trabajo La Ley Saenz Peña en el bastión conservador de Avellaneda, concluye que no cabe duda que, ante cada elección, Barceló y sus lugartenientes buscaban capitalizar políticamente el espectro de lealtades, apoyos y deudas políticas articuladas con un paciente trabajo personal. Pero en lo que hace a estas visitas, su lógica de acción parece ser otra. Parecen acercarse más a un trabajo proselitista “atomizado”, a una interpelación individualizada del votante que a una acción concertada para amedrentar al electorado.
Dos hechos parecen confirmar esta hipótesis. En primer lugar, la importante representación de funcionarios con título universitario entre los acusados de ejercer un trabajo que, si realmente era de carácter coercitivo, parecía más propicio para otros miembros de las estructuras conservadoras (y no caben dudas de que Alberto Barceló contaba con hombres capaces de hacerse entender por la fuerza). En segundo lugar, la escasa eficacia de este mecanismo como movilizador de “redes sociales”.
Meses después que los acusados fuesen absueltos, la municipalidad de Avellaneda fue intervenida y Alberto Barceló destituido. Para la historia el caudillo quedará siempre como el padre de fraude moderno debido a las prácticas conservadoras durante la década del treinta, pero la realidad indica que desde 1917 a 1930 la UCR gobernó la nación y hasta 1931 la provincia y que solamente ganó en ese distrito del sur las elecciones nacionales y municipales de 1918 y 1919.
En 1920, a pesar de contar con todos los resortes del estado y el municipio, los radicales volvieron a perder con el Partido Conservador por pocos votos. El Concejo Deliberante tenía que designar intendente por 2 años, la paridad hacía difícil que se pusiesen de acuerdo, por lo que insólitamente los acólitos de Barceló pactaron con el socialismo y eligieron a Jacinto Oddone de este partido para que la UCR no intervenga el distrito.
Tras la experiencia socialista, el Partido Conservador volvería rápidamente a gobernar Avellaneda en 1922 de la mano del escribano de Racing, Nicanor Salas Cháves, mano derecha de Alberto Barceló quien asumiría su segundo mandato en 1924 y que con sus idas y vueltas mantuvo el poder hasta la revolución de 1943.